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viernes, 29 de diciembre de 2023

La historia de la I Cruzada.

¡¡Menuda historia!! La verdad es que la I Cruzada fue un show sangriento en extremo. Su promotor, el Papa Urbano II, más que un Papa era un político. Un político muy astuto, todo hay que decirlo.

Los reinos europeos de finales del siglo XI tenían tres problemas.

1/ La manía de la nobleza de legar todo su patrimonio sólo a su hijo primogénito provocaba un montón de conflictos. Los hijos segundos, terceros y hasta bastardos, no conformes con no recibir herencia alguna o casi insignificante, organizaban mesnadas que se dedicaban a saquear, guerrear y plantear conflictos por cuestiones sucesorias. Nunca estaban conformes con el testamento de papá, que muchas veces les dejaba en situación precaria. Los conflictos por la posesión de títulos nobiliarios fueron constantes. Eso afectaba a las propiedades de la iglesia a pesar de haber establecido "la paz de Dios".

2/ En pleno desarrollo del feudalismo, la rapacidad de la nobleza y el clero absorbía cada vez más recursos, creando un campesinado extremadamente pobre y hambriento. Las clases dominantes se habían otorgado un poder arbitrario para recaudar tributos y administrar tierras y más tierras. Aparecieron los siervos de gleba, un estatus casi cercano al esclavismo. Esta masa campesina también provocaba conflictos y rebeliones frecuentes.

3/ Las rutas comerciales con Oriente habían quedado interrumpidas por la irrupción del Imperio Seléucida en "Tierra Santa". Por esa ruta llegaban especias fundamentales para conservar los productos del cerdo tras la matanza y otros bienes.

¿Solución para esta situación? El Papa Urbano II tuvo una genial idea. Crear un "casus belli" que extrapolara toda esa violencia desbordada a las tierras recién ocupadas por los seléucidas. Además recibió una llamada de socorro del emperador bizantino, Alejo I Comneno.

Era el momento de crear una 'false flag' en plan Torres Gemelas o Ataque de Hamás. Urbano II lanzó una proclama bélica en base a que los infieles habían interrumpido el tránsito de los peregrinos hacia el sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo. No sólo eso, al parecer lo habían profanado.

Con esto, congregó a todos los folloneros medievales para que fueran a montar sus trifulcas contra los moros y dejaran las propiedades eclesiásticas y nobiliarias en paz. Muy hábil.

La expedición no sólo contaba con tropas militares de diferentes orígenes y líderes, entre los que se destacaban payasos como Godofredo de Buillon o Roberto Curthouse, el hijo descarriado del Rey de Inglaterra, Guillermo el Conquistador y follonero profesional.

El Emperador bizantino, Alejo I Comneno, se guardó muy mucho de dejar entrar en su ciudad a esa horda de desharrapados, por miedo a saqueos, desordenes o, peor, a un golpe palaciego.

Este circo iba acompañado por hordas de miserables muy embrutecidos. Familias enteras, miles. Entre ellos se encontraban los llamados "tafures" de Pedro el Ermitaño, un tipo que ya había intentado un conato de cruzada un poco antes. A estos tafures se les atribuyen esas escenas recurrentes de canibalismo. No sólo lo hacían por hambre, sino para causar terror en el enemigo infiel.

Por supuesto, toda esta masa hambrienta estaba también motivada por las expectativas de rapiña. Europa era sustancialmente más pobre que los territorios del Islam, y ahí seguro que podrían saquear objetos de oro, plata, artesanías, cortinas, vajillas, alfombras y todo cuanto hubiera de valor.

Quizás la escena más horripilante de este espectáculo sangriento está en las crónicas sobre la toma de Jerusalén. Los cronistas explican que tal fue la matanza de los cruzados, que por las calles bajaban ríos de sangre que llegaban a cubrir los tobillos. No sé si será exageración o no, pero, teniendo en cuenta que en el cuerpo humano hay entre 5 y 6 litros de sangre, la cantidad de gente que tienes que matar para que baje un torrente de sangre por una calle es incalculable.

Es una historia trágica, con elementos entre siniestros y cómicos y, sobre todo, con muchos paralelismos con el mundo actual. 

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